Creo que es como soñar despierta…fueron las palabras que me pronunció antes de partir. Se iría rumbo a la gran ciudad. El sonido de su voz estaba como si se hubiese distorsionado por un ruidoso temblor de La Tierra. Gracioso y tenebroso.
Cuatro ruedas la llevarían hacia su destino. Era el único taxi que llegaba por nuestra tierra. Un taxi pintado de amarillo que venía a recoger pasajeros los miércoles de cada semana, aunque ocasionalmente llegaba para los domingos a la misa del cura Osinaga.
Osinaga, había dado misas estupendas durante más de 10 años en nuestra tierra. Desde que tengo uso de razón siempre oraba por todos lo que marchaban a la gran ciudad. El último domingo en que Lucía sabía su destino, había sido encomendada por el párroco. Habían orado por ella, y habían ofrendado dos ovejitas para el Señor de los cielos. Luego hicimos un banquete con los dos carneros. Delicioso.
La fiesta se había celebrado hasta el amanecer, todas las mujeres del pueblo rezaban por Lucia, mi hermana. Dulce como la miel, linda como una flor, alegre como un cascabel. Mi hermana. No sé cómo decidió marcharse y dejarme. Supongo que fue esa noche cuando el taxi miércolino trajo consigo un puñado de flores blancas y rojas envueltas en un papel periódico, húmedo y verdoso. El periódico era del 23 de noviembre de 1975. Aun lo recuerdo porque muy pocas veces llega un periódico a nuestra tierra. Periódico que lo tengo colado en la pared de la cocina, para leerlo todos los días. Lucía había recibido las flores con sorpresa que su sonrisa amplia donde se vieron sus dientecitos blancos como leche recién ordeñada: blanca, caliente y espumosa…
El de las flores, don Isidoro, le dijo que le prometía ver campos llenos de esas flores allá en la gran ciudad y que le haría conocer no sólo esas, sino muchas más y que las mismitas las podría sembrar en nuestro poblado. Esas flores en realidad se marchitaron pero Lucía quedó entusiasmada con la idea de ver campos enteros llenos de aquellas flores. Esas flores.
Así que por esas se fue, en busca de ellas. Hace más de tres días que no sé de ella, hoy es miércoles y espero que en algún momento llegue don Isidoro, con Lucía. Son más de las doce del medio día y normalmente el taxi llega a las once de la mañana. Tal vez tuvo algún percance en el camino, como de costumbre. Luego llega agitado a pedir mulas, burros y caballos para jalar el taxi hasta nuestras tierras.
Ya anochecía y el taxi jamás apareció. Debí suponer muchas cosas toda la mañana, la tarde y la noche. No pude conciliar el sueño. Aunque mis párpados caían pesados no los cerré ni un solo segundo. Por la mañana, corrí al consejo del cura. Muy pocas veces acudo a él. El cura Osinaga, sorprendido me dijo que no sabía que es lo que había sucedido, probablemente el río creció y no pudieron llegar, aunque no eran épocas de lluvia. Tal vez se quedaron durmiendo en el camino por alguna manifestación de la gran ciudad. En ese momento pensé, que no habían manifestaciones durante este tiempo, porque estábamos en dictadura. Nadie podía reclamar nada.
Le dije que me dijera la verdad que si el sospechaba algo que lo pronuncie a la voz de los cielos. Isidoro estaba muy enamorado de Lucía, no creo que regresen, dijo el cura con voz tenue y ronca. Allá él está estable, tiene una florería en el mercado. Gana buen dinero, pero necesitaba ayuda, una mujer que lo acompañe, por eso se llevó a la Lucía.
Pinche Isidoro, cómo llevársela si apenas es una niña tiene 19 años y el ya va por los 30. Rabia, bronca, flemas en la garganta…escupitajos a los pies del cura. No creo que vuelvan, resígnate hijo mío. Resignarme?. Sino vienen, voy yo.
Tuvo que esperar casi dos meses para que llegue algún automóvil por el poblado. No se animó a ir en caballo porque los que iban de esta manera regresaban en taxi, sin caballo y sin cabello….vendían todo. Solo adquirían dinero y llegaban contando las aventuras de su viaje y sus travesías en la gran ciudad.
Cuando me disponía a escuchar la voz parlante del cura párroco, escuché el ruido de un motor como si fuera un enjambre de abejorros. Vibrante. Salí corriendo, era un auto gigante, con ruedas grandes, y un espacio amplio en la parte trasera. Lo hice parar sin miedo alguno, un señor con barba blanca y ojos verdes abrió la ventanilla y me preguntó: Qué pueblo es este ché?. Es La Tierra señor, respondí al hombre. Con un sonrisa en los labios repitió: La tierra?!. Sí, La Tierra. Jamás había escuchado una risa como la de él. Fuerte, estruendosa, como un burro copulando. Mi instinto sexual afloró por ese instante, había visto tantas formas de hacer el amor entre seres humanos y animales, pero la carcajada de este señor era la de un burro bien satisfecho.
El hombre lloraba, no entendía porque. Luego me explicó que era de tanto reir. A dónde vas hijo?. A La Gran Ciudad, mi hermana está allá. Tu hermana?. Si mi hermana tiene 19 años y fue raptada hace dos meses por un hombre llamado Isidoro. Isidoro? El taxista?. El mismo, lo conoce?. Claro es mi gran amigo, debe ser la niña que se trajo a la casa, la vendieron carísima a doña Tere, una gran mujer por cierto.
Mi hermana comprada por unas flores y vendida a doña Tere?. Quién es doña Tere?. necesito verla, hablarle. Es por lo menos trabajadora, alegre, florista, viuda, ora? Qué es doña Tere?. Todo lo que dijiste hijo mío es la señora de los transportistas. Nuestra Madre Teresita. O sea que fue vendida a una santa?. Mis ojos querían irse detrás de la nuca. No entendía un carajo de lo que estaba pasando. Me subí al auto sin decir una palabra para ir a verla.
Después de casi un año no se supo nada de Lucía ni del que decía ser su hermano, jamás se confirmó aquello. Lucía huyó con el primer hombre que de verdad amó. Lo amó por las flores y por el taxi amarillo. El padre Osinaga escuchaba hasta hace poco las denuncias de las personas desaparecidas del pueblo. El taxi ya no es marillo ahora es azul marino el que llega y el chófer se llama don Pedro. Don Pedro pasa todos los jueves por el pueblo a las 14:00, sin novedades. El también viene a escuchar el sermon del padre Osinaga los domingos y parece que se está enamorando de la Cinthya...
Cuatro ruedas la llevarían hacia su destino. Era el único taxi que llegaba por nuestra tierra. Un taxi pintado de amarillo que venía a recoger pasajeros los miércoles de cada semana, aunque ocasionalmente llegaba para los domingos a la misa del cura Osinaga.
Osinaga, había dado misas estupendas durante más de 10 años en nuestra tierra. Desde que tengo uso de razón siempre oraba por todos lo que marchaban a la gran ciudad. El último domingo en que Lucía sabía su destino, había sido encomendada por el párroco. Habían orado por ella, y habían ofrendado dos ovejitas para el Señor de los cielos. Luego hicimos un banquete con los dos carneros. Delicioso.
La fiesta se había celebrado hasta el amanecer, todas las mujeres del pueblo rezaban por Lucia, mi hermana. Dulce como la miel, linda como una flor, alegre como un cascabel. Mi hermana. No sé cómo decidió marcharse y dejarme. Supongo que fue esa noche cuando el taxi miércolino trajo consigo un puñado de flores blancas y rojas envueltas en un papel periódico, húmedo y verdoso. El periódico era del 23 de noviembre de 1975. Aun lo recuerdo porque muy pocas veces llega un periódico a nuestra tierra. Periódico que lo tengo colado en la pared de la cocina, para leerlo todos los días. Lucía había recibido las flores con sorpresa que su sonrisa amplia donde se vieron sus dientecitos blancos como leche recién ordeñada: blanca, caliente y espumosa…
El de las flores, don Isidoro, le dijo que le prometía ver campos llenos de esas flores allá en la gran ciudad y que le haría conocer no sólo esas, sino muchas más y que las mismitas las podría sembrar en nuestro poblado. Esas flores en realidad se marchitaron pero Lucía quedó entusiasmada con la idea de ver campos enteros llenos de aquellas flores. Esas flores.
Así que por esas se fue, en busca de ellas. Hace más de tres días que no sé de ella, hoy es miércoles y espero que en algún momento llegue don Isidoro, con Lucía. Son más de las doce del medio día y normalmente el taxi llega a las once de la mañana. Tal vez tuvo algún percance en el camino, como de costumbre. Luego llega agitado a pedir mulas, burros y caballos para jalar el taxi hasta nuestras tierras.
Ya anochecía y el taxi jamás apareció. Debí suponer muchas cosas toda la mañana, la tarde y la noche. No pude conciliar el sueño. Aunque mis párpados caían pesados no los cerré ni un solo segundo. Por la mañana, corrí al consejo del cura. Muy pocas veces acudo a él. El cura Osinaga, sorprendido me dijo que no sabía que es lo que había sucedido, probablemente el río creció y no pudieron llegar, aunque no eran épocas de lluvia. Tal vez se quedaron durmiendo en el camino por alguna manifestación de la gran ciudad. En ese momento pensé, que no habían manifestaciones durante este tiempo, porque estábamos en dictadura. Nadie podía reclamar nada.
Le dije que me dijera la verdad que si el sospechaba algo que lo pronuncie a la voz de los cielos. Isidoro estaba muy enamorado de Lucía, no creo que regresen, dijo el cura con voz tenue y ronca. Allá él está estable, tiene una florería en el mercado. Gana buen dinero, pero necesitaba ayuda, una mujer que lo acompañe, por eso se llevó a la Lucía.
Pinche Isidoro, cómo llevársela si apenas es una niña tiene 19 años y el ya va por los 30. Rabia, bronca, flemas en la garganta…escupitajos a los pies del cura. No creo que vuelvan, resígnate hijo mío. Resignarme?. Sino vienen, voy yo.
Tuvo que esperar casi dos meses para que llegue algún automóvil por el poblado. No se animó a ir en caballo porque los que iban de esta manera regresaban en taxi, sin caballo y sin cabello….vendían todo. Solo adquirían dinero y llegaban contando las aventuras de su viaje y sus travesías en la gran ciudad.
Cuando me disponía a escuchar la voz parlante del cura párroco, escuché el ruido de un motor como si fuera un enjambre de abejorros. Vibrante. Salí corriendo, era un auto gigante, con ruedas grandes, y un espacio amplio en la parte trasera. Lo hice parar sin miedo alguno, un señor con barba blanca y ojos verdes abrió la ventanilla y me preguntó: Qué pueblo es este ché?. Es La Tierra señor, respondí al hombre. Con un sonrisa en los labios repitió: La tierra?!. Sí, La Tierra. Jamás había escuchado una risa como la de él. Fuerte, estruendosa, como un burro copulando. Mi instinto sexual afloró por ese instante, había visto tantas formas de hacer el amor entre seres humanos y animales, pero la carcajada de este señor era la de un burro bien satisfecho.
El hombre lloraba, no entendía porque. Luego me explicó que era de tanto reir. A dónde vas hijo?. A La Gran Ciudad, mi hermana está allá. Tu hermana?. Si mi hermana tiene 19 años y fue raptada hace dos meses por un hombre llamado Isidoro. Isidoro? El taxista?. El mismo, lo conoce?. Claro es mi gran amigo, debe ser la niña que se trajo a la casa, la vendieron carísima a doña Tere, una gran mujer por cierto.
Mi hermana comprada por unas flores y vendida a doña Tere?. Quién es doña Tere?. necesito verla, hablarle. Es por lo menos trabajadora, alegre, florista, viuda, ora? Qué es doña Tere?. Todo lo que dijiste hijo mío es la señora de los transportistas. Nuestra Madre Teresita. O sea que fue vendida a una santa?. Mis ojos querían irse detrás de la nuca. No entendía un carajo de lo que estaba pasando. Me subí al auto sin decir una palabra para ir a verla.
Después de casi un año no se supo nada de Lucía ni del que decía ser su hermano, jamás se confirmó aquello. Lucía huyó con el primer hombre que de verdad amó. Lo amó por las flores y por el taxi amarillo. El padre Osinaga escuchaba hasta hace poco las denuncias de las personas desaparecidas del pueblo. El taxi ya no es marillo ahora es azul marino el que llega y el chófer se llama don Pedro. Don Pedro pasa todos los jueves por el pueblo a las 14:00, sin novedades. El también viene a escuchar el sermon del padre Osinaga los domingos y parece que se está enamorando de la Cinthya...
2 commentaires:
que lindo que escribe mi Nayrita! me encantó hermana
Gracias mi hermana querida un besssote porque te debo uno(ya nos veremos estaré en Barcelona por noviembre para dar una conferencia)
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