jeudi, septembre 20, 2007

Espaldas


Estaba hablando con el Jacques hoy a medio día. Es pues este doncito que tiene el bigote tan grande que no se le entiende lo que habla. Fuma mucho y por eso tiene la voz ronca. Además del bigote. Fuma Malboro rojo traído de España pues es màs barato. Franceses tacaños. Me dice: este mundo de los investigadores es una mierda. Tienes que tener cuidado. Hay guardar bien las espaldas. ¿Porqué dices eso?. Porque así es Nayra. Habla la voz de le experiencia.
¿Tienes miedo de que diga mucho en la reunión que tengo esta tarde? ¿Tienes reunión esta tarde? Si a las 4:30. ¿A las 4:30?. Si. ¿Con quién?.Con al directora del Centro de Prevención de Bègles. No, no tengo miedo. No se trata de miedo aquí Nayra se trata de cuidar las espaldas. ¿Por qué tengo cuidarme mis espaldas? ¿O mejor formulada la pregunta es de quién debo cuidarme? Además el proyecto está publicado en el sitio Web del laboratorio. Si, pero no darás todo el proyecto. Debes darles solo una parte unas cuantas hojas. Uno nunca sabe.
Pucha, Jacques no me digas así pues. Como si estuviéramos en una serie policial. Pero es casi eso, así son los investigadores peor que los policías. Jajaja me haces reír Jacques. Siempre te causa risa, pero es verdad lo que digo. Cuida tus espaldas. Tu deja de fumar Jacques eso te matará...gracias por el consejo. No tienes porqué agradecerme.
Gracias, igual nomás.
De nada. ¿Vamos a comer?. Si. Vamos.
Comimos cerdo al curry. Agua y uvas de postre.
* Ilustration: Celine Bonte

jeudi, septembre 06, 2007

Mujer al volante peligro andante



Este cuentito-ficción que hace años lo escribí quiero compartirlo con ustedes.

Casi siempre quise subirme a un auto. Cuando tenía cinco años fue la primera que me llevaron al jardín de niños, en uno de esos cuadrúpedos rodantes. Era como si estuviera en una nave espacial como las que veía en la televisión. Siempre me encantaron los autos. Y es algo muy raro sobre todo en una mujer, pues ya desde esa edad escuchaba a mi padre decir: Mujer al volante peligro andante…y todos, incluyendo mi madre se reían, seguramente a algunas mujeres les causa gracia. Personalmente a mi, no.

Jamás lo entendí hasta que crecí cinco años más. Diez años de vida y andaba fascinada con los automóviles. Era tanto mi asombro por los autos, que en las composiciones literarias del colegio me encantaba usar todos los sinónimos que había aprendido para la fantástica palabra “auto”.Carro, coche, automóvil, vehículo, la voiture, car, carrocería….y bueno, aunque un poco de risa me causa ahora, los títulos solían ir más o menos así: El auto rojo de la esquina, Un automóvil estrellado, Los sueños de un carro mexicano, La noche de coches, El vehículo enamorado, etc. Nombres muy sugestivos. Tal vez, llamativos. Sin embargo ahí no terminaba todo.

A mis 15 años decidí aprender a conducir un vehículo, y era lógico pues el primer novio que tuve tenía un auto fantástico era un pontiac negro de dos puertas y con aire acondicionado. En realidad no era suyo, era de su padrastro que le prestaba de vez en cuando al muchacho. El muchacho… qué muchacho!. Gerardo se llamaba, Gerardo el del pontiac negro(con aire acondicionado).

A la salida del colegio mis compañeras me decían, ahí está Gerardo esperándote, el del pontiac, crees que nos pueda acercar?. Acercar a dónde? Supongo que sí, respondía, aunque ya había aprendido a manejar, pero no quería avisarles para evitar envidias y celos típicos en las mujeres de esa edad. Ese era el trato había quedado en que yo lo besaría si él me enseñaba a conducir, y así fue. Me enseñó lo primordial, que el freno, el embriague y el acelerador. Luego los guiñadores, la bocina, el retrovisor, la batería, etc, etc.

Fue divertido después de una semana ya podía llevar el pontiac por las avenidas, con más tráfico pues justo una de ellas me llevaba directo a mi casa. Gerardo no podía creerlo, estaba manejando tan bien, que jamás se dio cuenta que estaba realizando el sueño de toda mi vida, manejar un automóvil.

De pronto casi faltando como 5 minutos para llegar a mi casa mientras pensaba que podía viajar por las largas carreteras del mundo, escuché la sirena de un patrullero, justo al instante en que girábamos en la rotonda Martinez de Níspero, sobre la Gallardo Gómez. Mi corazón empezó a sobresaltarse. Qué iba a decirle al policía, con mi uniforme de colegio y mi cara de púber excitada. Y Gerardito, menor edad, sin licencia de conducir y su barbita que apenas raspaba. Estacionáte al costado, me dijo Gerardo, se notaba que andaba más tenso y nervioso que yo, por la voz y la entonación de autoridad que puso en ella.

Señorita su licencia por favor me dijo el oficial, en mi mente estaba un remolino de palabras mentirle imposible, decirle qué?, licencia? Yo no soy de aquí, vengo del campo, para qué licencia le juro que sé manejar un auto, no es necesario una licencia para eso, soy muy buena y aparte tengo una pasión tremenda por los autos. Nada menos que desde mis 5 años, hasta tengo mis composiciones guardadas le gustaría leerlas . Mis padres no, por favor, si soy menor de edad pero sé cuidarme sola, lo juro no es cierto Gerardo?, pensamos hasta en casarnos terminando la secundaria. Le parecerá algo gracioso pero es la verdad, ya nos besamos y lo hacemos bien, para ser primera vez. Señorita su licencia, me volvió a repetir. No la tengo. Cuántos años tiene usted?. 15 y usted?, pensé en algún momento preguntarle, tal vez por la costumbre de hacerlo siempre que una persona me pregunta mi edad.

Usted joven muéstreme la licencia. No la tengo oficial cuántos años tiene usted joven?. 16 respondió. Rojos, los dos. Cómo engañarle a un oficial?. No podríamos haberle dicho que tenemos 18 o más porque la cara tampoco nos daba.

El oficial se comunicó inmediatamente con sus subalternos. Llamó a otro oficial que apareció en motocicleta. El oficial que apellidaba Carrucci, supongo de ascendencia italiana, condució el auto hasta mi casa, claro que los rasgos parecían más bien árabes que italianos. Es tan fácil reconocer a los policías, son como los autos, o es cadillac o es pontiac.

El oficial nos hizo bajar a los dos, Gerardo me agarraba la mano y me decía que me tranquilizara por el oído, eso de verdad me ponía más nerviosa y no por esta situación sino porque siempre me excitó que un hombre me hablara en el oído. Me dan punzadas en la espalda. Uy. Mi madre salió y puso la cara de susto, como la vez que encontró a mi padre con otra mujer en el dormitorio. Bueno o así me lo imagino. Ver un oficial, mi novio y yo en la puerta de mi casa no debe ser nada fácil para una madre. El oficial le explicó a mi madre que si quería conducir debería hacerlo cuando tenga más edad, o cuando no sea un día hábil de trabajo para los policías, como domingos o feriados por ejemplo. Mi madre entendió perfectamente y agregó al final, si es que como sabemos “mujer al volante peligro andante no es cierto oficial”?. El oficial y madre se rieron a carcajadas podía pensar en ese momento que esas palabras de verdad significan algo para mi madre. Las imágenes aquellas, de mis cinco años se me vinieron encima, las mismas carcajadas de mi padre y mi madre en el auto, y la misma sensación. Para mi no significa nada. Punzada en la espalda. Soy buena conductora y además beso bien. Pueden reírse si quieren.

8/mayo/2002 Kachaimilla 17:39